Libertad para Ruth López

¿Quién es Ruth López?

Hay vidas que, como ríos subterráneos, atraviesan la roca sin hacer ruido… hasta que un día brotan a la luz para recordar que el agua –o la justicia– siempre encuentra su cauce.Ruth Eleonora López Alfaro nació en San Salvador en 1977, en el seno de una familia marcada por la convulsión de un país durante la guerra civil. En Cuba realizó sus estudios universitarios en la prestigiosa Universidad de La Habana, donde se licenció en Derecho con honores, como la mejor alumna de su promoción.En aquel campus, entre libros subrayados y sueños de país, descubrió que la ley podía ser un cincel preciso esculpiendo con paciencia la forma exacta de la equidad y la justicia.Regresó a su país El Salvador en 2008, estaba de vuelta en su hogar. Sin embargo, lejos de amilanarse se plantó en las instituciones públicas: fortaleció elecciones en el Tribunal Supremo Electoral, defendió derechos laborales en el Seguro Social y enseñó Constitución a nuevas generaciones desde las aulas de la UCA. Quienes la conocen recuerdan su voz suave y su terquedad de volcán: “La transparencia no es una opción estética, es la savia de la democracia”, repetía.Hacia el final de la década de 2010, López ya era reconocida en círculos profesionales por su conocimiento en materia electoral y su vocación de servicio público. En 2019, tras la llegada de un nuevo gobierno en El Salvador (que marcaría un punto de inflexión político), ella continuó su carrera enfocada en promover la justicia y la transparencia.Ese mismo año concluyó su periodo como miembro de la junta directiva de la Superintendencia de Competencia (2014–2021), ente regulador donde impulsó sanciones contra prácticas anticompetitivas en el sector privado. Con esta experiencia acumulada, Ruth López se perfilaba ya como una jurista con profunda comprensión de las instituciones salvadoreñas y un firme compromiso con el Estado de derecho.La abogada que alza verdades incómodas
En 2020 inició como jefa de la Unidad Anticorrupción y Justicia de Cristosal, empezó a hurgar donde pocos se atrevían: compras opacas durante la pandemia, contratos sospechosos, espionaje con Pegasus a periodistas y defensores de derechos. Cada hallazgo era una ventana abierta a la luz, y la luz, ya se sabe, incomoda a quienes prosperan en la penumbra.
Su nombre trascendió fronteras: la BBC de Londres, la incluyó en 2024 entre las 100 mujeres más influyentes del mundo, reconocimiento que ella recibió con una sonrisa leve y una frase que la retrata: “El mérito es de la gente que confía en mí para contar lo que otros prefieren callar”.El muro se agrieta
Con la llegada de Nayib Bukele al poder, Ruth advirtió grietas en la arquitectura constitucional: destitución de magistrados, reformas exprés, municipios y curules reducidos “a la medida”. Denunció cada paso con la calma del cirujano y la firmeza del testigo incómodo: “Hemos retrocedido 84 años”, sentenció al ver desmontarse la independencia judicial.
Las redes afines al gobierno la etiquetaron de “enemiga”, pero ella siguió documentando abusos del régimen de excepción que llenó las cárceles y vació las garantías. Más de 85,000 detenciones sin debido proceso, recordaba en entrevistas, no pueden ser la palanca de una paz sostenible.La noche del 18 de mayo de 2025
A las 11 p. m., patrullas llegaron a su casa. No hubo lectura de cargos, solo un papel borroso y rostros armados. Dicen que, antes de marcharse, miró a los suyos y prometió volver pronto; luego, a los agentes, les regaló una certeza: “Tengan decencia; esto un día se va a acabar…”.Durante cuarenta horas fue una sombra sin paradero. Familiares y colegas denunciaron su desaparición forzada; organizaciones de derechos humanos encendieron alarmas; la CIDH urgió garantías. Cuando por fin se supo que estaba en una celda de tránsito policial, el mundo descubrió lo frágil que puede ser la libertad de quien defiende la ley cuando la ley se arrodilla ante el poder.La Fiscalía la acusa de un presunto peculado cometido hace una década: cargos vagos, documentos sin detalles, la misma imprecisión que delata la intención. Observadores internacionales coinciden en leer el caso como mensaje disciplinario: “Si pueden con Ruth, pueden con cualquiera”.Lo que late ahora
Detrás de los barrotes hay una mujer que aún cita a Benedetti y sonríe cuando recuerda a sus alumnos; fuera, una red planetaria repite su nombre como mantra de resistencia. Para muchos salvadoreños, Ruth personifica la parte luminosa de la República: la certeza de que un solo ciudadano, armado solo de argumentos, puede desnudar a un gigante.
En cada comunicado que exige su liberación, se repiten tres palabras que la definen: valentía, rigor, ternura. Valentía para señalar al poder, rigor para sostener la prueba y ternura para cuidar a las víctimas que busca defender. Esa triada explica por qué su captura duele tanto y por qué su historia conmueve más allá de las fronteras.Epílogo abierto
Hoy, mientras los tribunales deciden si escuchan la verdad o el eco del Palacio, la biografía de Ruth López sigue escribiéndose en presente. Su celda no logra encerrar la semilla que sembró: miles de voces que descubrieron que la democracia no es un regalo sino un músculo que se ejercita.
Algún día –y ese día llegará– se leerá la sentencia que archive una acusación sin sustento. Entonces, quizá, alguien pregunte cuál fue el secreto de su entereza, la respuesta estará en cada línea de su recorrido: Ruth creyó, desde niña, que las constituciones pueden doblarse pero no romperse si hay personas dispuestas a sostenerlas con el alma.Y el alma, como el agua subterránea, siempre encuentra un camino hacia la luz.

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